¡Qué bonito resulta encontrar una sorpresa agradable que te haga ver que la dicha fue grata!. Al hablar de la dicha, nos referimos a la Aleluya que fluye en el corazón del ser humano que siete gran gozo al oír o ver, sentir en último término… esa sensación que queremos denominar felicidad.
Feliz, existe una manida frase que inventa: sólo los tontos son felices. ¿Qué hallamos pues de virtual en encontrar alguien que entienda qué es ser feliz?
Ser feliz o la felicidad, en términos claros; no tiene existencia por sí misma sin embargo, cuánto nos agrada, si nos sentimos invadidos por una sensación envolvente de dicha: eso es la felicidad. Muchas veces se nos dice la verdad: la felicidad no existe, pero entonces nos ponemos a reflexionar y coincidimos en entrever una cierta felicidad que nos llega a duras penas, en pequeñas dosis y es tan grata la situación que provoca esa sensación que nos lleva a pensar: ¡Cuantas cosas no cambiaríamos para tener mayores momentos de felicidad!
¡Y es que es aquello que nos hace sentir bien!, ¿Por qué no captarlo todos los días? Si bien se pudiese, llenaríamos de rutinas de felicidad todos los momentos de nuestra vida, pero no es tan fácil ni tan difícil: ser feliz es alcanzar un estado de dicha, de dicha plena. La felicidad llega a cada uno de un modo. Yo soy feliz por ciertas cosas que no tienen por qué ser las cosas que te hacen a ti feliz.
Pero en realidad sentir ese momento de felicidad del cual nos regalaríamos todo los días unos cuantos, hacen encontrar el equilibrio en nosotros mismos: paz, armonía, tranquilidad: la felicidad se hace un pequeño hueco en nuestra vida.
Felizmente; encontrarse en situación de felicidad, de manera común, simplemente así, con dominio de uno mismo. ¿Cómo llegar? Llegar no es tan difícil cómo ser consciente y entender qué cosas te hacen feliz a ti: desde encontrar las cosas en su sitio hasta celebrar que te ha tocado la lotería.
Felicidad común, de cosas personales de uno mismo para sí mismo, sentir amor, o reencontrarse con un viejo amigo, apreciar ciertas virtudes en las personas que nos rodean o ejercitar con sabiduría rutinas que nos llenan de satisfacción cómo puede ser hacer deporte o meditación.
El ser humano se mueve influenciado por pasiones, los espectáculos mueven masas, sentir el calor humano nos enamora, incluso mucha gente concentrada en ocasiones encuentra soluciones a sus problemas vitales, generando una energía positiva, que se capta al rezar en grupo o manifestarse por cuestiones de carácter social. Grandes han sido y serán los movimientos que envuelven o encierran en diferentes fechas, claves de felicidad humana en la historia de la felicidad. Es o debería ser lo que mueve al hombre en pos de nuevos retos a alcanzar mayor bienestar, acercarnos al mundo de lo sublime y apetecible por ser vital, vital realidad: real felicidad.
Encontrar la felicidad es una gran maravilla, como tomar una delicatese bebible a pequeños sorbos, haciendo todo sin prisa pero sin pausa, encontrando el punto álgido de nuestra felicidad tanto con el corazón como con la mente. Con el corazón enamorarse es una constante de felicidad y dicha, con la mente acierta a concebir ese estado de felicidad de manera global. Cuando no son sólo los sentimientos sino también la razón, lo llamamos: “llegar al cenit de nuestra felicidad”
Es fundamental darse cuenta de que la felicidad está más patente en pequeños detalles de nuestra subsistencia.
Concebir que la sonrisa de tu hijo en un momento dado te hace sentir feliz, o llegar tarde a casa cansada y encontrar las cosas hechas, o el simple detalle de recibir un regalo por parte de tu pareja el día de los enamorados. Son estos momentos los que hacen realidad la dicha humana.
Pero;¿Qué hay de compartir la felicidad? Para compartir una sensación hay que compartir una experiencia, un gran acontecer sea de la magnitud que sea que te llene de gozo y de satisfacción. Al compartir el feliz momento o el agradable hecho o el manifiesto acto de plenitud se alcanza un doble sentimiento, por un lado fijarse en lo ajeno que en ese momento no nos es nada ignoto, por otro lado no sólo el prójimo sino también entra en juego el amor propio, conciliar ambos sentimientos hacen fuerte y vital al hombre y le ayuda a encontrar momentos de felicidad, no sólo por querer al prójimo sino por quererse también a uno mismo.
¿Qué compartimos?: Compartimos con dichos la dicha de ser feliz. Si voy a una reunión donde la gente tiene un nivel por su personalidad, de tener criterio, opinión y capacidad de reflexión, a parte de la cultura, esto les hace poderosos, críticos de la vida para no perderse en circunloquios o simplemente demagogia, estás en sociedad y alcanzar el bienestar social… es una forma de entender la vida, que lleva a los mejores a alcanzar su felicidad gracias a cualidades intelectuales que se reflejan en un carácter alegre y dicharachero donde el diálogo y la armonía se mezclan para abrir paso a la vida feliz del ser humano razonable y pensador.
Fue mucha la dicha que hemos dicho.
Por último, ¿cómo se manifiesta la felicidad?, ¿Es hedonismo?
El placer es otro cantar, aunque incluso puede ser vía de sentirse feliz y acorde con la pareja, la relación carnal puede estimular otros sentimientos que no son sólo felicidad. El hedonismo llevado a su límite más grosero, se convierte en odios y abusos… una relación sin sexo también es una relación defectuosa, encontrar el equilibrio es a lo que todos tendemos a encontrar soluciones a nuestros deseos y necesidades prioritarias, una de esas prioridades son el amor y el placer pero como todo habría que encontrar su justa medida, si no, ¿de qué nos serviría?, gozar por gozar sin conciencia, sin opinión sin ser en principio una personas con valores y con principios que fundamenta toda su relación humana en un contexto de circunstancias positivas para sentirse amparado en una realidad recalcitrante de gozo y felicidad.
Aboguemos siempre por encontrar el placer y la felicidad, olvidando el dolor que sufre el hombre en guerra con la humanidad, o la desidia de no alcanzar cotas que nos hemos propuesto para despertar en nosotros sentimientos de amor.
Mª Teresa Mendoza Hernández
Licenciada en Ciencias de la Información, sección Periodismo