Cuántas veces hemos pensado que necesitamos la protección de alguien, de alguien más allá, de un Plus-Ultra que nos reconforte. Ese ser, independientemente de si es real, existe o sólo es un invento fruto de la conciencia humana, para bien para mal, consuela al hombre en momentos de pérdida de esperanza. Acudimos al Altísimo, Dios Nuestro Señor, como se suele decir de Santa Bárbara, (de la que no nos acordamos hasta que truena). Así acudimos al Señor cuando vivimos una desilusión o buscamos apoyo moral. Pero ¡cuán bonito es, acudir a Dios sólo para orar y estar en paz con nosotros mismos!
Si hoy vamos a un templo o una iglesia o incluso algún seo, patrimonio de la humanidad podemos darnos cuenta en el día a día que estos recintos están escasos de fieles. Son pocos los feligreses de parroquias, capillas y catedrales. Incluso para escuchar la Santa Misa los días de guardar, la falta de individuos hace que nos planteemos hasta qué punto es importante acudir a la cita dominical cuanto menos.
El caso es que últimamente ocurre con más incidencia que sólo vamos a misa por compromiso porque hay una boda o un bautizo y si la ceremonia religiosa es corta, ¡cuánto mejor!. No hablamos ya de dedicar una hora al día para estar en silencio, reflexionar y hacer examen de conciencia que puede resultar más útil de lo que parece, lo cual suele ser por omisión, sino que los momentos en que visitamos estos edificios es de manera ocasional y para los momentos en que hacemos turismo. Cuestión esta última que cada día se hace más difícil debido a la decisión del clero propietario de poner tasas elevadas para entrar a echar un vistazo, por ejemplo en la Catedral.
Pero además, el no ir a misa es perder el hábito, muy arraigado en la sociedad de nuestro país, que generaciones anteriores a las nuestras han llevado no sólo social o laboralmente sino además cumpliendo religiosamente: incluimos acudir a misa y cumplir los mandamientos de la Santa Madre Iglesia. Vivían amparados por una moral y una tradición que no presentaba riesgos, no hacían botellones ni macro conciertos y si vivían en un pueblo o aldea su mayor diversión era cantar en celebraciones religiosas.
Lo que nos aporta la religión es cambiante según las edades pero todos tenemos o debemos fundamentar nuestra vida en valores reconstituyentes, en principios acordes con una existencia lo más parecida posible a la santificación, no sólo dar la vida por los demás, cuestión que en algunas personas se refleja, sino también hacer de nuestra realidad una continua entrega tanto material como espiritual.
Cumplir con nuestra labor de ser caritativos, ha de ir acompañada de una moral cristiana, enseñanzas y transmisión de creencias.
Pero la cuestión que aquí hoy queremos dejar sentada, es la necesidad de oración en el mundo. Los hombres unidos en manifestaciones sociales crean un ambiente y defienden unos principios, estas manifestaciones suelen ser de carácter político o por cuestiones económico-sociales, pero reunir un grupo de personas en torno a un altar, ir a misa a orar: es crear iglesia. Y allí todos congregados en unión al amor del Padre y al amor del prójimo, crean también un ambiente. Eso no puede quedar en saco roto, está claro que al orar en grupo, se crea una verdadera situación de energía positiva, esa energía surge de la bondad, la caridad y la entrega… además, sirve al hombre y a la mujer para convencerles de la necesidad de encontrar a alguien, un alguien maravilloso que nos devuelva paz y tranquilidad por odio y soberbia, un alguien bondadoso que nos ampara en momentos de desesperanza. Y es que, si ese alguien es Dios, es para nosotros válido gracias a la conciencia humana tradicional de siempre en España. Somos católicos y cristianos que vivimos nuestra fe de manera consciente.
La falta de personas en la iglesia, quizá sea tan sólo una mala organización de tiempo en seres que viven bajo un ritmo acelerado y estresante que no les permite parar a recapacitar u orar. Me niego a creer que el hombre es malo por naturaleza, lo que sí veo ahora es que sólo personas mayores, y educadas bajo otros modelos sociales acuden al diario encuentro de nosotros mismos con nuestra creencia allí, en misa, retirados de todo lo que les preocupa. Hoy está más de moda ir a un spa o a la playa, para “desconectar” puede que sea una solución, pero aquí y hoy nos planteamos: ¿será esa una solución?, ¿no sería mejor seguir la tradición y dejarnos aconsejar de sacerdotes y párrocos?
Al alejarnos de la iglesia, nos alejamos de alimentar nuestra conciencia, recrearnos en nuestra fe, practicar la caridad y orar por la humanidad.
Practicar el culto religioso es necesario por siempre, es algo que el hombre y la mujer siempre han buscado: dar sentido a la espiritualidad de cada uno, crear escuela y vínculos claros de aspectos sapienciales que ayudan a interpretar la realidad. Además todos los valores y principios hacen creíble el virtuosismo. Todo esto se simplifica entendiendo la necesidad de los seres humanos de adoptar posturas positivas que defienden la existencia de la religión, ir a misa, dicho de manera llana es fortalecer nuestro espíritu y nuestra alma, abrir la mente al raciocinio moral de la piedad y tener conciencia de que el dinero y el lujo no son elementos esenciales ni la manera más adecuada de encontrar la felicidad.
Mª TERESA MENDOZA HERNÁNDEZ
LICENCIADA EN CIENCIAS DE LA INFORMACIÓN SECCIÓN PERIODISMO