Pasa el tiempo imponiendo sus normas, un ámbito temporal que transcurre de forma caprichosa casi por inercia.
Mientras se va sucediendo la primavera seguimos observándolo todo desde el altozano como quién otea la situación general de un país pionero en nuevas armas, que maltratado por el terrorismo y abocados a los desastres naturales, sigue y persigue su propio camino cuya meta supone un fin que quizás no resulte ser tan indemne, como nos gustaría. El medioambiente nos estimula en nuestra ansia de descubrir hacia dónde caminamos, por ver nuestro sino, nuestro, “Reino de los Cielos”.
Si tratamos de entender la maldad, no es el hombre el único ser capaz de autodestruirse, pero si se observa en el ser humano la agradable sensación de mejorar, de crear, de investigar si no siempre con buenas intenciones si habría que percibir el elemento teleológico, esto es: el fin último para entender que la obra de la humanidad más perfecta es aquella que se basa en la solidaridad y la generosidad.
Pues bien la Tierra es un mundo. Dentro de ese mundo existen los seres vivos y los seres inertes, pero todos, todos tienen un inicio y un final. Mientras todo surge, se muta, se reproduce, se extingue, se desarrolla, muere, desaparece… el tiempo no deja de transcurrir.
Si nos fijamos en aquellos trazos de tierra en que los aconteceres llaman la atención, encontramos hoy unos estragos naturales, terremotos, inundaciones, acciones comprometedoras de unos cuantos “listos” que se han llevado su capital a paraísos fiscales, también unas elecciones que no terminarán de llegar con políticos corruptos que faltan a su propio juramento, el terrorismo que vine de lejos, del mundo musulmán; y cómo no una historia del corazón de esa preciosa mujer que tras la pérdida de su último marido… a “Rey muerto, rey puesto”… ahora está con Vargas Llosa. Esta mujer ha tocado el cielo con un dedo. Su trayectoria de amoríos o amores pasan desde un conocido cantante que hizo sus pinitos en el Real Madrid, un hombre con título nobiliario, el fallecido Boyer, (no olvidemos que fue ministro de economía en el gobierno de Felipe González, y posteriormente Presidente del Banco Exterior), ponen hoy nuestra atención en su actual pareja, la de Isabel Preysler que no es otro que Vargas Llosa (escritor, Honoris Causa y Premio Nobel de Literatura entre otros reconocimientos). Ambos están en el “candelero” capaces de manifestar su amor sin pensar en el rígido y serio compromiso de una boda o la lealtad a una pareja. También para estos personajes corre el tiempo y es que fijarse en el paso de la secuencia temporal consigue que estemos atentos de ver en qué termina todo lo que nos rodea.
Todo es perecedero, ¿también el tiempo?…
Todo llega a su último momento, unos de forma más o menos trágicos, otros cumpliendo con todas las expectativas, a las que llevan a su buen fin, pero ese paso del tiempo deja unos posos, deja una cicatriz que queda marcada, crea su propia historia.
Pues bien, en este momento en España la incertidumbre hace que la clase política se observe como unos personajes obsesivamente dominados por un afán de poder que buscan gobernar en lugar de servir de mediadores entre el poder y el pueblo que ha de ser el soberano como marca con rigidez la democracia. Consiste en buscar y encontrar la satisfacción siendo parte poderosa o gobernante de una sociedad guiada por el debate y el diálogo, el consenso en que varios puntos de vista, cediendo unos y otros, son capaces de resolver la problemática en todos los ámbitos vitales que rodean en concreto a los españoles. El tiempo va y va y continúa, llevamos ya un cierto periodo temporal en que el gobierno está en funciones, vivimos en la inoperancia de unos líderes que no cumplen con su deber.
Ser político podría ser sinónimo de personaje con talante, servidor de lo social con vocación, para ver frutos en su árbol vital. Quiero decir: no vivir de la política recibiendo unos sueldos un tanto onerosos que les puede hacer caer en la usura, sino vivir para lograr que nuestro país resuelva toda la problemática que día a día revelan los medios de comunicación.
La idea es la siguiente. La presencia en la cumbre de la vida política de un tecnócrata, capaz de gobernar. Podemos hablar de la crisis de las ideologías, una vez entendida la relación entre el patrón y el trabajador y la mejor forma de distribuir la riqueza, no se trata tanto de defender un dogma, sino tener capacidad de alcanzar consenso cediendo unos y otros o aportando diferentes puntos de vista todo ello para alcanzar la sociedad del bienestar y buscando la equidad y la igualdad. No se trata tanto de una concepción ideológica sino una determinación o una toma de decisiones donde las soluciones no son tajantes sino solidarias.