EL PRIMERO DE MAYO

Hoy domingo se celebran tres causas de festividad que llenan nuestra rutina de ilusión, esperanza por lo que ha de venir, y alegría para compartir.

Es el día de la madre. Madre sólo hay una y cada uno reconoce su propia parturienta que le ha traído al mundo pasando por el difícil trago del parto.

Hoy en memoria de lo que un día aconteció, con  sufrimiento y dolor, pero gustosamente sentido y vivido, con un amor incondicional que existe entre el naciente y su procreador, se convierte en la mayor  felicidad de coger al bebé entre los brazos que hace olvidar los dolores inherentes a la fehaciente fecha de un nasciturus que ya ha venido al mundo… (hayan necesitado o no fórceps)

También hoy es el día del enfermo. Ser enfermo crónico de una enfermedad espantosa que cercena tus ímpetus de comerte el mundo a muerdos como si de una manzana se tratara es igual que llevar un estigma de persona en desventaja. Te cuelgan el San Benito y te ves obligado a sobrevivir a pesar de los pesares, bajo un juicio injusto y procaz, quizás provocado por el desconocimiento.

Si hay un día del enfermo ello nos hace recapacitar acerca de la salud como oro precioso, incluso si cabe mucho más valioso. Tener un problema, una patología, hecho el diagnóstico y recibido el apropiado tratamiento por prescripción médica son los pasos a dar para tener conciencia de una disfunción en la salud, sea el mal que sea el que te aquejes.

A todos nos cuesta aceptar una realidad de estas características.

También hoy día uno de mayo, inicio del mes de María, se celebra el día del trabajador. Serán los sindicatos quienes protagonicen con gran boato y festividad la manifestación con la que soliciten el pleno empleo con trabajos dignos a los que todos tenemos derecho.

El otro día en los Círculos del Silencio de Cáritas que se vienen a celebrar el último jueves de cada mes hicieron un alegato referido al tema del trabajo. Es de tanta importancia el empleo que en ocasiones el no trabajar te aísla del sentido común y trunca tu carrera hacia una situación de bienestar para hacer que tu existencia venga a provocarte discriminación social, alejamiento de la socialización e incluso te convierta en un ser desahuciado, un ser abocado a la exclusión social.

Por todas estas cosas tener un día para la reflexión, abrir nuestros cinco sentidos y si cabe el sentido común, es un ejercicio por el cual debemos pasar todos no sólo para entender el porqué de la vida en común como ciudadanos civilizados del mundo que nos toca vivir en los albores del siglo XXI sino también porque mirar al prójimo (para arriba o para abajo) nos hace entender la situación real que estamos viviendo.

El enfermo, el trabajador, la madre, nuestra Madre del Cielo todo ello mezclan un cóctel rico para el paladar, sirven de pauta para no menospreciar nuestro existir, encontrar el equilibrio necesario para vivir con alegría y sin rencor, buscar nuestro punto de ubicación en una relación social en que todos tenemos cosas que decir y soluciones por encontrar para vivir en concordia con todos los pueblos del mundo cumpliendo con el rol que en suerte nos ha tocado desarrollar.

Parece mentira el hambre que hay en el mundo peor más si cabe el desconocimiento de las circunstancias que viven otras personas que forman parte de ese prójimo al que hemos de amar según la Ley de Dios.

Existen personas en riesgo de discriminación, de baja estratificación social, no sólo por la mala participación en el ámbito socioeconómico qué también, sino por su personal desconocimiento de unas leyes vitales, latentes que dejan en la relación social fuera de juego a quienes no entienden o rompen con la ética, la moral, la educación y viven fuera de unos criterios socialmente aceptados para una convivencia de paz y armonía.

Trabajadores del mundo, servir de cauce y ejemplo  para enmendar el vacío que viven todos aquellos protagonistas de la vida social que ven menoscabada su ilusión por falta de empleo.

Enfermos servir de modelo de resignación aceptando las especiales condiciones que surgen al verse condicionados por falta de salud, necesidad vital que nos ayuda a paliar los males que nos aquejan.

Madres, es de ley se amado todos los días pero más si cabe hoy, un día especial que empieza con el inicio del mes de mayo, el mes de las flores, el mes de la Virgen.

Quizás rezar sea una de las cosas que nos quedan de la generación anterior a la nuestra. Ahora lo normal es que la iglesia sea visitada por personas mayores de tal forma que estamos perdiendo el sentido y el sentimiento de pedir por todos y por cada uno, de orar al Señor y a Dios, a través de María, de acudir a la celebración dominical o a cumplir con nuestra presencia los días de precepto, los días de “santificarás las fiestas”. Es una actividad la de ir a misa que se convierte en quien así lo vive en una buena acción, a la vez que una consuetudinaria manifestación por los siglos de los siglos. Nos sentimos pues reconciliados con nuestro Padre nuestros hermanos y nuestra Madre. Encontramos en esa actividad de acudir a la celebración de la Eucaristía, de orar ante el Padre gracias a la oración que nos legó el hijo, (el Padrenuestro) y buscar la misericordia de un Dador que siempre perdona y más este año 2016 en que vivimos el Año Jubilar de la Misericordia conducidos bajo el liderato espiritual del Papa Francisco I.

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