En la soledad de una calle peatonal frente a la vivienda en que vivió y murió Don Miguel de Unamuno, se alza en forma de estatua, como piedra que resiste el paso del tiempo, la gloria de tan importante, ilustre y genial personaje.
Nuestra ciudad: “Mi Salamanca querida”, acoge y adopta a Unamuno no sólo como Rector de la insigne Universidad de Salamanca, sino también como hombre de filosofía y letras, gran pensador y gran azuzador crítico de un momento histórico colocado a la cabeza de una sociedad heredera de la Ilustración.
Unamuno nació el 29 de septiembre de 1864 y falleció el 31 de diciembre de 1936. Por aquellas fechas, escribir, pensar, hacer crítica política, convertía a los autores en potente e interesante mano de obra, útil en su relación, como ciudadano, con el poder fáctico, en un momento en que las diferencias, la ideología, la materialización de la democracia y una dictadura procedente de un campo de batalla que no olvida su carácter beligerante, se sirve del poder preservado por la fuerza militar como último rescoldo tiránico, para dar paso a un verdadero poder del pueblo. (No obstante, no será hasta el siglo XX cuando tras la guerra civil, España se presenta capaz de aceptar entre sus ciudadanos una nueva relación política denominada democracia).
Tener criterio, entender la sociedad y las circunstancias de su momento histórico hacen de Don Miguel un maestro de la reflexión y un escritor sin parangón.
En esta su tierra de adopción (sabemos que es natural de Bilbao), en esta su Salamanca cuyas calles aún guardan el eco de su voz como reflejo de sí mismo: hombre excelente, actual en su tiempo, gran pensador y amante de la ciudad charra y castellana donde terminó el último de sus días; aquí en esta ciudad del Tormes se vive todos los días de fin de año, un homenaje agradable, emotivo, sencillo y armonioso.
El pasado treinta y uno de diciembre de 2014 no faltamos a la cita, en la que se honró con una corona de flores a tan relevante e históricamente trascendental personaje de la sociedad salmantina. Hace tres años se celebró el LXXV aniversario de su muerte, la celebración entonces, fue tan sencilla como otras veces pero si cabe, con el paso del tiempo, el recordatorio al pensador y filósofo de la Universidad de Salamanca va ganando adeptos y seguidores. Este año la ceremonia ha sido protagonizada por algunos integrantes de la Sociedad de Amigos de Unamuno. Éstos nos han deleitado a los allí reunidos, con sus impresiones e incluso poemas, sus palabras y su respeto: Santiago Juanes, Juan Carlos López Pinto y Marta García Gasco clamaron, declamaron y proclamaron mientras el alcalde de la ciudad Alfonso Fernández Mañueco y Ana Chaguaceda (directora de la Casa-Museo de Unamuno), acompañados por la Banda Municipal de Música colocaron una corona de flores ante la estatua del querido barbitaheño y humilde pensador, agnóstico reconocido pero piadoso y cristiano, al que durante poco más de un cuarto de hora tratan de rememorar y evocar: a nuestro Unamuno, único y necesario que si no hubiera existido lo tendríamos que haber inventado.
Mi tío-abuelo, Rufino Aguirre Ibánez, periodista de reconocido prestigio en la ciudad, en la que llegó a ser director de prensa a la vez que cronista de la sociedad salmantina, gozaba por ser colega y tratar de tú a tú con Don Miguel, junto a ellos tertuliaban otros personajes como el Doctor Villalobos. Son todos ellos representantes de una época ya pasada. Hoy nuestra generación encuentra en ellos maestros de gran talante cuyas suertes pasaron por vivir de forma razonable y coherente.
El tiempo se ve identificado por aquellas personas que tienen algo que decir o han hecho algo grande en su tiempo de vida y son añorados por sus sucesores capaces de entender su sensibilidad y comprender todos los porqués que se han planteado, mientras la sociedad, la política, la gestión económica se convierten en temas de referencia. El poder del pueblo, la vox pópuli que actúa como juez honroso juzga a los ciudadanos carismáticos que alcanzan a posicionarse en estrados públicos… personas con vocación de poder que manejan los hilos de las infraestructuras y coyunturas que componen una sociedad actual como lo es la nuestra. No es tanto el lugar que han alcanzado a ocupar algunas personas, sino lo que les identifica en su gloria una vez fallecidos. Alzamos desde aquí nuestra humilde voz para glorificar todo lo que hemos entendido y aprendido en lecturas y reuniones sobre este personaje.
Quede a modo de expresión testimonial una alabanza a cerca de Unamuno, llegando a quererle hasta el punto de desear formar parte de su círculo cercano, algo así como convertirme en su discípula.