DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES

Si vas por la calle y te fijas un poquito en lo que te rodea, si eres ligeramente curioso y paseas por la céntrica y peatonal Calle Zamora, si eres una persona comprometida tienes una cita delante de la Iglesia San Marcos, el último jueves de cada mes. Allí estamos. Somos ciudadanos aquejados del corazón, no sufrimos cardiopatía sino sentimos un dolor casi inaguantable al comprobar que la desigualdad, la pobreza y el hambre son realidades palpables, que estos problemas se hacen presentes en nuestro vivir día a día. No hace falta irse lejos para comprobar que la riqueza está mal repartida.

Si te paras un poco en tu acelerado devenir vital y echas una ojeada a las circunstancias que rodean una sociedad del bienestar que con la crisis se ha venido a menos,  podrás así comprobar la situación personal de los indignados ciudadanos capaces de darse cuenta de la incómoda situación, de ver personas con carencias o individuos faltos de tener cubiertas las necesidades vitales.

“Movilízate por los derechos de todos”

Parece mentira que se pueda permitir una conciencia humana capaz de perder su escrupulosa tendencia para con los problemas sociales. No criticar las circunstancias que actualmente convierten a los ciudadanos en seres desamparados incapaces de tener cubiertos sus derechos fundamentales, mientras la civilización busca desesperadamente encontrar formas de hallar las mayores comodidades, el mejor confort y la calidad de todo cuánto nos rodea; se convierte en una dinámica que nos aboca a todos como ciudadanos a buscar soluciones y hacer oír nuestras voces discordantes con una realidad que se nos antoja desesperada e injusta.

Los círculos del silencio promovidos por Cáritas son un grito silencioso de solidaridad. Durante un cuarto de hora, recorremos en forma de círculo unos detrás de otros movidos por el impulso de manifestar nuestro desacuerdo con las condiciones en que viven los excluidos, los desahuciados, lo olvidamos. Circulamos sin hablar para dar testimonio del inconformismo para mostrar nuestro desacuerdo: no podemos permitir que esta circunstancia pase impune como una pena sin dolor ya que la realidad de la desigualdad se nos muestra al percibir que le mundo presente ciertos errores, que en nuestro existir quedan suspensos ciertos comportamientos difíciles de catalogar.

Quizás no está en nuestras manos la solución a tamaña problemática pero asistir al Círculo del Silencio, es ya dar un paso hacia adelante. No permanecer impasibles, hacer ver que tenemos un sentimiento subversivo que nuestra sangre se hierve, que no podemos permitir que la mala distribución de la riqueza o de los bienes nos hagan tener hermanos en condiciones tan paupérrimas que nos veamos la forma de echarles un cable. Si salimos a la calle y nos manifestamos mostramos nuestro interés y nuestra intención de dejarnos ver en  una tesitura donde no tiene cabida el olvido o la falta de respeto de todos los ciudadanos como seres personales protegidos legítimamente por la ley que acuerda la existencia de una serie de derechos fundamentales que son inviolables.

El derecho a la vivienda, a la vida, al trabajo, el derecho al honor, a la intimidad personal, el derecho a la información, el derecho a la educación, la libertad de asociación y manifestación, el reparto equitativo a las rentas contribuyendo al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con la diferente capacidad económica, la ley de la dignidad de la persona… y otros derechos que se me quedan en el tintero vienen recogidos en la ley en concreto en la Constitución Española que dedica su Título Primero a los derechos y deberes fundamentales organizados en cinco capítulos que abren en sociedad el talante de respeto frente a la violación de unos derechos que son de todos.

Normalmente la reunión de quienes nos manifestamos para mostrar el inconformismo de una situación social que se nos antoja injusta viene a ser secundada de una veintena de individuos, quienes tras caminar en silencio haciendo un círculo, e invitar a los transeúntes a tomar partido hacemos un manifiesto que todos aplaudimos dando testimonio del malestar ciudadano que en muchas ocasiones se ve relegado a formar parte de la conversación  de descontento en un grupo pequeño de interlocutores.  Así con esta reunión  podemos sentir que servimos de cauce para no perdernos en la indiferencia,  ni olvidarnos de la necesidad de pensar en todos, que todos somos hermanos y todos merecemos las mismas oportunidades.

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