AMAR EN SEMANA SANTA

Sonaban los acordes armónicos, pero monótonos como una tamborrada, de los tambores que acompañado del estridente grito provocado por las trompetas, marcaban al unísono el paso del cortejo de la procesión del Sábado Santo.
ES por esta fecha tan señalada, obligada una visita a la iglesia, una visita nocturna, una reunión para orar por la pasión de Nuestro Señor.
Es la llamada a los cristianos de la Vigilia Pascual, donde el fuego se convierte en luz de la fe y el agua pasa a ser símbolo del bautismo que nos limpia del pecado original.
Aquel año no me iba a perder ninguna de las celebraciones propias de la Semana Santa. Hoy te contaré la experiencia que tuve tal día como un Sábado Santo.

Como he empezado a narrar, la procesión recorría las calles. Todo el mundo unos más, otros menos han vivido alguna vez una de estas tradicionales manifestaciones religiosas en que el protagonista es la imagen de un Cristo en su pasión.
Aquella tarde pude entender el valor real de una fiestas religiosas, que independientemente de su significado son para todos días de vacaciones.
A eso de las cinco de la tarde, bajé al antro donde nos reuníamos. Allí estábamos, Jorge el pincha, Ismael el cojo y una persona extraña que yo no conocía pero que resultó ser especial.
Llevaba yo como medio mes pasando por un momento mágico. Vivía enamorada de Jorge y solía ir a verle al pub donde él ponía los discos. La reunión de ese día resultó ser tan agradable e interesante que parecía que el tiempo pasase por nuestras vidas con una celeridad desbordante.
Hablábamos de la Resurrección. Emocionados por la festividad nos sentimos empujados a ver con buenos ojos nuestro destino: somos mortales mientras no se demuestre lo contrario, pero por ello no vamos a condenar la idea sacra de una prometida resurrección a toda la humanidad.
Todos entre risas y sonrisas, éramos de la opinión de que la existencia de un personaje histórico como Jesus (ser que alcanzó la eternidad y que nos legó una cena donde participar en el reparto del Cuerpo y la Sangre eucarístico) es algo necesario para congregar a todos los hermanos en su fraternidad.
Ismael me presentó a Chals en un momento en que yo estaba tarareando la música que envolvía el ambiente con una interesante percusión. Te comentaré que Chals era un ser peculiar, su físico andrógino, de esbelto cuerpo cuidado en el gimnasio, su estilo un tanto transgresor con elegantes pantalones de brillo, una camiseta semi-trasparente bajo unos tirantes negros cubierto con una casaca negra en cuya solapa tenía una insignia de un corazón partido por la mitad.
Con una curiosidad quizás un poco delatadora de mi extrañeza al ver a un ser sobre quien no podía percibir si era de sexo masculino o de sexo femenino pude entender que la Pasión del Señor se puede vivir en su sentido sagrado. Que lejos de su conocimiento en las aulas o la catequesis, su posición frente a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo tiene un sentido ulterior de búsqueda del amor sincero y de encuentro con el prójimo.
Salimos sobre las cinco y media a la calle y allí fue dónde Chals demostró que la festividad de la Pascua es algo que va más allá, es la superación del tormento de la muerte. La fe brotó en mi corazón al ver cómo Chals entonaba una saeta al paso del Cristo crucificado, sus ojos se llenaban de lágrimas, su rostro bello, (que le identificaba como tal independientemente de su imagen bisexual), se le veían las arrugas como incipiente manifestación de un dolor profundo, imagen de su dolor y sufrimiento con sus visajes y marcas o líneas de expresión. Compartía aquel sentimiento y lo vivía con tanta pasión que para mí se convirtió en un icono válido para tratar mentalmente una imagen sagrada una imagen especial de la persona que conocí aquella jornada y de quien me dio un abrazo y me besó tiernamente en los labios.
Aquella manifestación me gustó sobremanera. Yo me consideraba como una joven poco experimentada. Quería entender por qué lo había hecho. Fuimos después a la Adoración Nocturna, la de la Vigilia. Ya nos conocíamos desde hacía unas cinco horas y compartir aquella celebración me hizo sentir enamorada, sin entender muy bien por qué.
Cristo es protagonista de su Pascua y Chals es protagonista de una vida de inquietud que por natura le convierte en un ser diferente, pero lo que quiero destacar es que cada personaje que vive su vida con devoción y se muestra emotivo y sensible, puede ser una excusa para “dar qué hablar”. A Cristo lo venimos nombrando desde hace más de veinte siglos y a Chals lo conocí hace cinco o seis años y aún puedo hablar de aquella experiencia. Lo bonito de todo esto es abrir nuestro corazón a todos nuestros prójimos.
Aquella Vigilia, si normalmente es interesante en esta ocasión se llenaba de misterio al considerar en la reunión a todos los presentes independientemente de su condición. Moralmente quizás no sean intachables pero su forma de amar al hermano convierte la cuestión sexual en algo secundario.
En el amor, compartir la experiencia religiosa se puede entender como algo más trascendental que un simple coito, una necesidad vital más allá de un encuentro carnal.
Creo que entendí el significado del beso furtivo, no era una incitación sexual era llamémoslo, un saludo cariñoso.

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