Con la crisis nos parece normal ver en televisión tremendos cuadros de españoles, ciudadanos de nuestra patria que no tiene dinero para hacerse cargo de sus necesidades más vitales.
Incluso algunos de sus derechos fundamentales se ven violados y sin encontrar una defensa que sería lo más lógico. Esas personas sufren el más vil de los males: se ven sin poder sufragar los costes de cosas que nunca para nadie han de ser carentes.
No tienen para comer, ni mucho menos para los gastos exigidos como son la hipoteca de la vivienda o los impuestos.
Puede tratarse de cualquiera, no tienen, precisamente, que ser personas de poca educación o de familias pudientes. Son personas que se quedan en el paro. Al no haber ingresos, se ven abocados a salir a pedir ayuda incluso por la calle.
Entonces, ¿qué es eso?, ¿vivir de la providencia?…
Así es, por muy retórica que nos resulte la pregunta, la verdad es que gracias a entidades sin ánimo de lucro (en Salamanca: Cáritas, Cruz Roja o El Comedor de los Pobres), algunos de esos indigentes forzosos que se van viendo excluidos de la sociedad pueden tener un mendrugo de pan o no dormir en la calle.
Últimamente vemos casos de personas que se suicidan porque los desahucian de sus casas. ¡Seremos capaces de ver estos casos y no poner el grito en el cielo!, ¿qué se puede hacer?. No es fácil responder a esta pregunta, no podemos meterlos en nuestras casas pero ¿y los políticos?, ¿existen soluciones? Los mendigos no tienen ni voz ni voto normalmente y entonces, ¿quién puede hacer algo? Son quizás los ciudadanos que forman parte de la clase media quienes han de promover acciones.
Se ha comentado últimamente que la clase media ya no existe, que hay ricos muy ricos y pobres muy pobres.
Supongo que a pesar de haber perdido mucho poder adquisitivo sí existe la clase media y es la que tiene que activar sus ideas para dar soluciones. Es labor de “todos” no sólo de unos pocos.
Será por ley de la experiencia; si lo vivimos, lo entendemos… es como mejor se entienden los problemas. Pero si yo no tengo una experiencia puedo tratar de entender el problema en que radica situación tan funesta como verme sin casa, o no tener para comer… es la universidad más intuitiva la propia experiencia: entender lo que ocurre porque lo hemos vivido antes…
Para esta situación se ha creado la empatía: ponerse en lugar del otro… no esperar a la desgracia… entender antes la situación. ¿qué nos motiva?, ¿por qué iba yo hacer eso?
Somos seres vivos, sí, pero ante todo somos seres humanos y como humanos nos planteamos cuestiones para reflexionar. Ver los mass-media y entender la realidad de un país, demuestra la existencia de seres pensantes entre los propios ciudadanos. Entender qué ocurre o como fluctúa la sociedad, observándolo todo con ojo crítico, razón contundente y sentido común. Ayudan a entender nuestros problemas.
Pero cuando le problema es la cuestión pecuniaria no nos queda otro recurso que no sea la solidaridad y la caridad.
Por los últimos datos se ha llegado a la conclusión de que somos más solidarios. Incluso ahora, y está bien, es necesario, crean programas de caridad no sólo actos caritativos a nivel de calle, también a nivel de plató. Hablo obviamente del programa de televisión “entre todos” con nuestra queridísima y sencilla Toñi, y otras emisiones como la de «ciudadanos» con Julia Otero. Es otro concepto. No es entretenimiento para pasar el rato, que también podría parecer. Se trata de llamar a la puerta de nuestros hogares a través de la tele en nuestro salón que nos apela inquiriendo y estudiando la mejor manera de llegar al corazón para que no nos cueste tanto meter la mano en el bolsillo y extender ayudas de carácter dinerario o laboral.
Estamos todos concienciados y sabemos por activa y por pasiva, lo mal que está nuestra economía. Esta crisis hace estragos en nuestra mente y en nuestros sentimientos. No es fácil la situación. Pero ¿por qué todo esto?…
El hecho de la solidaridad y la caridad nos facilitan una contemplación de la realidad donde las personas austeras y ahorradoras nos dan una lección, no tanto de lo importante que es, eso mismo: el ahorro y la austeridad, sino también sentirnos humanos del todo, íntegros con un concepto de buen vecino, incluyendo en nuestros hábitos actitudes generosas.
Es quizá la persona religiosa capaz de tener una vida basada en la obediencia, la castidad y sobretodo la pobreza.
¡Tener que atesorar!, ¡hace tan inextricable el camino!
Se dan casos de todo, ya vemos las corrupciones y corruptelas de algunos personajes, pero entender en nuestra realidad que teniendo lo necesario es suficiente o incluso, ahorrar un poco pesando en el futuro más inminente, hacen del hombre, vivir para vivir, no vivir para atesorar, ni vivir para robar.
Si a todo esto añades la capacidad del “compartir” llegará un día en que al fijarte en ti mismo y en lo que haces en tu vida, te puedas sentir orgulloso de ser como eres. La conciencia tranquila incluso el gozo de verte cumplidor de ideas no tan utópicas como nos parecen de lejos…
Me alegro un montón de que la solidaridad esté de moda. El hombre no es sólo un número, es ante todo humano y es en pequeños detalles, muy difíciles de demostrar, donde podemos observar que el hombre no es solo razón, también es corazón.
¿Si se llegó a la democracia?, ¿no es posible pensar en un mundo donde todo está bien repartido?
Mirar para abajo, ver pordioseros, o mirar arriba, ver corruptos, no es solución, quizás no tenga solución la utopía que planteo, pero mientras lo creo soy capaz de darme cuenta de que la injusticia y por ende el reparto no equitativo de bienes se extiende en nuestra especie más rápida que una peste que resulta incurable y corre más que la pólvora.
Mª Teresa Mendoza Hernández
Licenciada en Ciencias de la Información, sección Periodismo.