MI HUMANIDAD NO ESTÁ ENFERMA

Desde muy antiguo, desde que el hombre es hombre, ¡tanto así de antiguo!,  éste ha tratado de sobrevivir a pesar de las escabrosas circunstancias que le han rodeado a lo largo de su existencia.

Las enfermedades han pugnado contra la salud de la humanidad. El hombre que trata de llegar a lo más alto y siempre busca la perfección, se encuentra con problemas de tal envergadura y de tan difícil solución que  el tiempo se puede considerar medido no sólo en años o siglos, sino incluso Eras. Hoy analizando circunstancias pésimas de la realidad vivida, muchas de las cuales se acercan a nosotros de oídas, o las  medio comprendemos por el estudio de la historia, y que no son otra cosa que epidemias, o males endémicos, me refiero a la peste o la lepra u otras enfermedades víricas y contagiosas que hacen que el hombre viva o halla vivido verdaderas agonías y se desviva por encontrar una solución a modo de vacuna o tratamiento.

La medicina es sin duda, bajo mi humilde punto de vista, un poder positivo y seguir los consejos de los médicos y doctores es favorable. Yo  veo sus criterios como lemas inamovibles o palabras sagradas. Sus directrices nos llenan de satisfacción pues normalmente rigen en ellos la cordura y la coherencia.

Esta semana ha sido noticia la vacuna tan esperada,  leí en el noticiario que en Brasil han inoculado monos para probar la inmunodeficiencia, los que conocen y entienden cómo funciona una vacuna entenderán perfectamente que me refiero a la vacuna del Sida. Es ésta una enfermedad que contagia a personas adictas a la heroína, pues se transmite por la saliva o por la sangre, la utilización de  jeringuillas hace que estos seres débiles de personalidad que caen en desgracia por ser adictos a sustancias tóxicas corran el riesgo de contraer la enfermedad.

También están desamparados sin sus sistemas de  protección tanto las parejas de homosexuales como las de heterosexuales, el contagio supone para un enfermo caer en la desgracia, su sufrimiento consiste en que van perdiendo las defensas y sus cuerpos van perdiendo la masa muscular.

Se podría decir que este síndrome ha sido la peste del siglo XX, y hoy donde el hombre vive su propio progreso, en los albores del siglo XXI la humanidad no está enferma, o al menos no tanto como para “tirar la toalla”.

La experiencia vital de erradicar la enfermedad, enfermedad en el sentido amplio, se repite de manera interesante para entender o desentender qué es lo que le pasa al mundo. Ante una disfunción se busca una forma de volver a la tranquilidad, tratamos de tener un mecanismo que nos asegure una existencia viva.

Éticamente nos paramos a reflexionar si cómo antiguamente se creía, ( por ejemplo durante la Edad Media) que tener una enfermedad era un mal … un ¿castigo de Dios?, ¿una jugarreta del maligno? En realidad tener un mal es inquietante, nos hace tender hacia el bien. Pero es una ruptura de la armonía puesto que aparece lo que me gusta denominar disfunción.

Las personas que sufren o son portadores de una enfermedad no tienen obligatoriamente por qué ser peores personas, no creo que nadie pueda demostrar si lo son o no, pero digo esto, con la esperanza de que el estudio de Su Santidad Francisco I, en su labor de protector de los más débiles sea capaz de demostrar o llegue a la conclusión de que los pobres, o los que no tienen (ya algunos casi ni esperanza) no son tan malos, quizás sí un poco débiles de personalidad. Sea como fuere creo que habrá de todo, pero el hombre por naturaleza si vive acomplejado es por sus miedos, esto es: qué somos humanos.

Me estoy refiriendo al estudio que se ha puesto en marcha que, por ejemplo en España coordinará la Conferencia Episcopal Española, un estudio sobre la homosexualidad y creo que tiene algo que ver también con el matrimonio.

Abogo por que dicha encuesta de la realidad social haga un poco más comprensiva al situación de los que viven con problemas acuciantes de salud o de otro tipo de necesidad.

No soy yo quién para entrar a considerar si los homosexuales son enfermos como alguna vez oí comentar pero esta idea tiene en sí misma un matiz. En verdad son seres o personas con un problema de incoherencia entre la naturaleza y sus sentimientos pero es que, en el mundo hay otras personas cuyo mal es menos escandaloso y también tienen sus disfunciones.

Eso de que es vicio o algo pernicioso porque el hombre y la mujer no viven sus pasiones de forma acorde a la naturaleza les hace parecer casi monstruos de esos que se exponen a los ojos de los curiosos en las ferias.

Existen otro tipo de males como puede ser una enfermedad mental o una demencia, a la que muchos llegan en sus últimos años de vida.

Antiguamente las personas que no se comportaban bien o parecía que habían perdido el juicio eran excluidas literalmente de los lugares de reunión. Su vida social era inexistente, ¡con lo que nos gusta a todos dar los buenos días, o saludar con la mano! Esos gestos que sirven como indicativo de socialización, normalmente no lo encuentras en  personas que están desorientadas; llegar a perder la fecha del día presente, también es un síntoma de tu discapacidad. Actualmente ocurre igual: no nos engañemos.

Entender el cerebro humano es quizás lo desconcertante: ¿`por qué has hecho esto? Nuestro interlocutor no entiende, no sabe qué ha ocurrido. El desconocimiento de causa no nos deja llevar a debatir lo que es malo en sí mismo, lo que ha producido el acto que nos hace daño de verdad. Interpretar y comprender es síntoma de que le hombre avanza de que el progreso está ahí.

Casi diríamos que la ciencia de la Psiquiatría, es uno de los baluartes del siglo XXI que hacen que le hombre y la mujer midan sus capacidades para aceptar su propia vida. Hablar de la razón, del sentido común, de la coherencia… nos gusta a todos.

Hoy romperíamos una lanza en favor de la realidad. Si pensásemos que el hombre y la mujer no son capaces de desarrollar sus aptitudes y alcanzar su gloria en vida.

Nuestro mundo tiene su génesis y nuestra realidad es cambiante, pero la humanidad metería un gol en propia puerta si no encontrase soluciones a los problemas más acuciantes.

MARÍA TERESA MENDOZA HERNÁNDEZ

LICENCIADA EN CIENCIAS DE LA INFORMACIÓN SECCIÓN PERIODISMO

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