Sentirse libre para poder vivir o morir con libertad, para darse cuenta de lo importante que puede resultar hacer las cosas porque sí, porque la razón lo solicita o la fantasía de nuestra realidad lo manifiesta. Vivir con libertad es sentirse libre, es muy, muy importante se mire desde donde se mire, sentirse libre, tengamos pues esa libertad en el punto de mira.
Un ser libre puede imaginarse como un bello caballo lleno de hermosura que trota. Un hombre o una mujer libre no sólo es capaz de parecer libre por mostrarse bello o capaz de hace una carrera, sentirse libre se puede imaginar, pero en verdad vivir libertad es no tener esclavitud, no sólo no dependen de ninguna fuerza exterior, sino tampoco es únicamente ser capaces de dirigir con soltura tus propios momentos y no hablo de andar bien o moverse con gracia, hablo de entender sobre los límites que la moral impone, unos límites llenos de ética y condescendencia para saber hasta dónde llega la libertad de cada uno.
La libertad de uno llega hasta donde llega la libertad del otro pero sin libertinaje… que es algo desestructurado.
El libertinaje no es positivo, es tomar un sentido de respeto que se escapa de sus propias formas. No es bueno expresar con bonitas palabras algo que no ha de tener coherencia en sí mismo… con esto quiero decir que el libertinaje no debería existir.
No se pueden hacer las cosas a “tontas y a locas”, lo que más duele es pensar que algo está bien y que esto se certifica porque sí… pero el encontrarse con otro ser diferente o similar que también quiere encontrar su espacio hace que el encuentro requiera una revisión y una interpretación.
¿Hasta dónde llega tu libertad?
Si me siento como un liberado soy capaz de explayarme y ocupar un espacio limitado hasta donde la propia libertad me da un lugar, esto es tu propio ecosistema, el hábitat… el espacio vital. Si en tu libertad alguien trata de evitar que tu felicidad sea como el florecer salvaje y sin abonos, una felicidad llena de aroma atractivo que te regala a tu pituitaria una atractiva sensación que evoca algo libre, tan libre como la sensación de ir desnudo, sin costuras prietas, o de sentir la temperatura agradable al darte una ducha… pequeñas cosas que te hacen sentir bien, que te hacen creer que ser libre merece la pena porque llegas a entender con gran realismo que la vida está llena de detalles que te hacen libre.
Si además eres capaz de sentir esa libertad no hay mayor encanto que pensar hasta dónde puedes llegar en esa misma condición, pues sólo el hecho de poder entender o localizar con un efímero pero grácil movimiento en cierto momento hasta dónde te lleva la libertad con su magia, puede repercutir de tal manera que la idealización que no es otra cosa que idear ideas, puede resultar insulsa e inservible si no está en estado puro.
Ser libre de todo tipo de trabas y problemas y vivir tu libertad con un cierto orgullo o encontrarte en el camino, en pos de sentirte libre, una piedra enorme que no te permite pasar: son dos ideas que traducen, para bien y para mal, un mismo sentimiento.
Si tu libertad te lleva a vivir sin problemas o a caminar sin tropezar merece la pena tratar de ir de aquí para allá dentro de aquellos límites que te son impuestos, si ser libre y vivir en libertad es igual que encontrar libertad sin libertinaje las cosas pueden ir bien.
No quiero decir con esto que la libertad sea sólo una sensación, es algo que va más allá, la sensación de sentirse libre o vivir en libertad no puede definirse con palabras fáciles o vocablos entendibles pero fútiles…porque es tan maravillosa la sensación que no se puede aprehender bajo ningún concepto, la idea es tan idealista que no se puede captar como ideología. Pero es tan extensa en su expresión que un refrán no lo resumiría…aunque sea cierto que “lo cortés no quita lo valiente”.
Si hablamos de libertad parece que queremos referirnos a esas personas o personajillos que viven presos, presos por su comportamiento pero adecuado, que ocupan un puesto en la penitenciaria, pero el concepto va más allá… no sólo unas rejas o unos muros que no te permiten movimientos de libertad… estar en la celda es estar bajo un yugo que provoca dolor, no puedes ser tú sin dejar de enmendar aquello que te ha llevado a dicho destino… allí te tomas tu tiempo… no sólo se hablaba al hablar de libertad de una situación social, o de una necesidad moral, también la brisa que mueve las crines de los caballos, cuando ellos van al trote, llenos de un cierto entusiasmo… la idea de volar libres en pos de la verdadera libertad.
Llámame libre y te daré mi libertad, pero déjame libre y la libertad me amparará.
María Teresa Mendoza Hernández.
Escritora en ciernes.