Estamos viviendo un momento social de crispación y enojo provocado por las circunstancias económico-sociales. La fiscalidad pasa por un momento tortuoso que pone en duda la solvencia de un país que podríamos denominar desarrollado, un país al que además acaece la situación problemática de falta de trabajo para naturales e inmigrantes.
Podemos pensar que esta situación supone un obstáculo para poder vivir, ya que afecta a una parte de la sociedad, personas que cualificadas o no, sufren la desidia de no encontrar actividad remunerada. Es espantoso encontrarse en situación de parado obligado por la falta de amparo. Echarse a la calle a pedir limosna o acercarse a las iglesias o a las puertas de los supermercados dónde últimamente se sitúan algunos asiduos a la caridad, se ha convertido en una especie de oficio al que se recurre por inmisericordia vital. Otra cosa diferente es encontrarte en la calle por cuestiones de salud, (una de las posibles causas de exclusión social), cuestión que podemos mirar desde un punto de vista positivo entendiendo que éstos pueden encontrar ayuda en las sociedades, fundaciones, asociaciones que en pos de evitar un trato discriminatorio, un trato que puede herir la sensibilidad de aquellos que son considerados, discapacitados o minusválidos… (lo que hoy en día se reconoce como diversidad funcional), decimos que estos centros nos muestran ayuda como si de clubs se tratara para que nadie se sienta aislado y para poner en común la problemática de una realidad cuanto menos indeseada de carencia de salud que convierte a sus usuarios o socios en seres socializados, que gracias a ello alcanza una normalidad necesaria para convivir con plenas condiciones de igualdad al lado de otras personas no afectadas de este mal.
El domingo pasado (25 de mayo) fue la jornada por la enfermedad, un día que vivimos dentro del ámbito humano-religioso, en que pudimos reflexionar y solidarizarnos con aquellos prójimos que presentan disfunciones con carácter patológico. Además de hacer mención de ello en la celebración eucarística, dentro de la Oración de los Fieles pudimos tener en cuenta a los cuidadores de aquellos enfermos crónicos que de una u otra forma ven cercenada la posibilidad de trabajar y cumplir con su rol laboral.
Si llevamos esta cuestión a su última circunstancia, observamos que hay personas que teniendo trabajo no es el suyo un trabajo deseado. Su “modus vivendi” no tiene nada que ver con su verdadera vocación. Cumplen con el desarrollo de una actividad para engrosar la cuenta y llegar a fin de mes teniendo cubiertas de este modo las necesidades básicas.
Artistas, pintores, escritores, cantantes, etc… seres con una sensibilidad especial, tienen que buscar el pan de cada día, aparte de desarrollar sus cualidades artísticas, por lo menos hasta ser considerado o reconocido por el gran público. Si algún mecenas, padrino, representante o marchante les ayuda y no tiene problemas en cubrir sus necesidades vitales su situación alcanza el ideal… dedicarse a crear… a desarrollar en cuerpo y alma, una habilidad hasta el punto de convertirlo en un oficio. La vocación es una llamada, una necesidad espiritual de dedicarse a un arte, una cualidad digna de desarrollo que imprime carácter y ayuda en la realización personal.
Por ley todo hombre y mujer tiene como uno de sus derechos fundamentales vivir de una actividad que domina o le haga sentir un cierto interés innato, esto es, todos tenemos “el deber de trabajar y el derecho al trabajo…” además la Ley Suprema aboga por la libre elección de lugar y actividad del trabajo, siendo ésta remunerada de forma que cada uno pueda “…satisfacer sus necesidades y las de su familia…”.Luego si todo fuera perfecto, (utopía a la que tiende la humanidad) podríamos vivir de tal forma que no hubiese hambre, ni carencias materiales, y sí alcanzar desarrollos sublimes en el mundo del arte, de la ciencia, de la investigación, etc.
Esta ideal manera de vivir sería vivir con y por la vocación, la sensibilidad que cada uno presenta como innato y/o aprendido. Si además no entrase en juego o no tuviera nada que ver el ánimo de lucro con la práctica laboral, habríamos encontrado la fórmula acertada para todos aquellos que ponen su granito de arena dedicando tiempo a su virtuosismo personal, acompañado de una técnica aprendida en el proceso de realización al dedicarse por entero a manifestaciones artísticas que le convierten o bien en un experto o incluso en un genio.
Aparte de la dedicación plena a la actividad o materia que cumpla las expectativas del trabajador, tal y como indica el artículo 35 de la Constitución (que venimos comentando): podemos elegir el lugar donde queremos trabajar y tenemos derecho a ello, otra cosa es que todo esto sea posible: trabajar por y para alcanzar la gloria y llevar a sus última consecuencias lo realizado dónde y cómo queramos. Si bien es un derecho básico en nuestra sociedad democrática son muchas las vulneraciones recurribles a las que dejamos de apelar quizás por desconocimiento de la ley… quizás por resignación. Nuestro objetivo hoy es valorar la situación y buscar la manera de vivir de la vocación personal.
Mª Teresa Mendoza Hernández
Licenciada en Ciencias de la Información sección Periodismo