AL LADRÓN, AL LADRÓN

Nos parece mentira creer que nuestras cosas pueden faltarnos por el capricho de alguien que nos roba.

No hace mucho tiempo tuve la experiencia de perder la cartera, no por no saber dónde la había puesto, sino porque un “mangante” me la sustrajo del bolso. Aquello terminó con la cartera en mi poder gracias a un agente de la policía que me la acercó hasta mi casa. Estaba mojada, la había encontrado en un charco y lo que faltaba era la cantidad dineraria que aquel aciago día llevaba en ella.

Robar es quitarle algo a alguien en contra de su voluntad. Y esto se puede hacer de muchas formas. El timo o el truco… son la forma graciosa de engañar al timado que valiéndose de un juego en ocasiones ingenioso y lleno de una agudeza perversa le lleva al huerto. Por ejemplo el llamado timo de la estampita, en que el timador, haciéndose el tonto engaña a su víctima haciéndole creer que tiene un paquete de billetes, cuando lo que tiene es un billete, y un montón de papeles sin valor. Al mostrar el billete que denomina como “estampita”, dice que lo vende todo por una cantidad determinada. El timado compra todas las estampitas pensando que ha hecho el negocio del siglo, pero pierde quedando endemoniadamente apabullado por el egoísmo. Se piensa que engaña al que se hace pasar por tonto, pero pierde lo que paga en el cambio todo ello parte de una mala fe, y no se sabe quién es más culpable el que provoca el truco o el oportunista.

Hay formas y formas de robar. Pero, ¿qué tenemos en España? Últimamente desde hace como unos cuatro o cinco años nuestra sociedad está viviendo de un día para otro una serie de engaños y robos cuyos actores se pueden considerar tunantes de guante blanco, son personas que ocupan puesto de trabajo con gran responsabilidad, y pierden los papeles lucrándose de un dinero que no les pertenece. Son ilustres ladrones… hablamos de esos “caballeros” que indignamente y de manera avariciosa han sido titulares de las tarjetas opacas o negras, las famosas tarjetas de Caja Madrid que servían para agasajar a sus titulares con un dinero fuera de la ley, unas cantidades económicas fraudulentas que consejeros y directivos de dicho banco utilizaban con “manga ancha” gastando dinero en cantidades astronómicas.

El hecho de gastar esas cuantías desorbitadas, cuantías que oímos en los medios de comunicación, nos están haciendo un daño irreparable a los ciudadanos de a pie, quienes tenemos milagrosamente lo suficiente para vivir, y quizás para ahorrar algo, pero que estamos siendo atormentados por unos personajes de la vida social que emplean en poco tiempo una cantidad de dinero que la mayoría no ganará durante todo el tiempo de su vida. Son cantidades que se leen como millones de euros… cuando un millón de euros son algo más que ciento sesenta y seis millones de las antiguas pesetas.

Si reunimos en una cuenta todo el dinero que algunos pocos se han llevado, quizás el hambre y sus crisis no habrían hecho tanto estrago en las conciencias personales y en la vida a diario.

Escuchar estas cantidades desproporcionadas seguramente incide en nuestra psicología. Si no nos hace daño es porque no terminamos de creerlo real, casi nos suena a broma, no lo podemos entender, no nos hemos visto en circunstancia similar. Para nosotros es inalcanzable una riqueza tal, a no ser que nos toque la lotería u otro juego de azar. Oír de continuo acerca de millones de euros hace que nos veamos a nosotros mismos como seres abnegados a trabajar diariamente por un dinero en ocasiones insuficiente que hace difícil llegar a fin de mes, mientras esos ladrones “comen a dos carrillos” y gozan de una riqueza ficticia que les viene dada por su “cara dura”, son personajes ineptos y malos gestores que están llevando el país a la ruina. Quedan ante nuestros ojos como unos farsantes con altos cargos que no cumplen con su deber cegados por la usura y el egoísmo.

Así lo vemos como ciudadanos honrados que vivimos de una nómina o una pensión, pero… ¿qué ocurre con todas las personas que han perdido sus ahorros, por la actuación caprichosa de unos señores que idearon una fórmula para arrebatar a sus clientes los dineros que con gran esfuerzo habían logrado reunir?

Sí, me refiero a los preferentistas, a las personas que fuero embaucadas para invertir en un producto bancario que no estaba bien diseñado y que ha llevado a estos ciudadanos a perder todo su caudal, sus ahorrillos de toda una vida de trabajo. Lo que resulta denigrante es que literalmente han sido engañados, les prometían un interés que resultaba increíble, iban a ganar do objeto de un timo, han sufrido un abuso de la banca española que debía proteger a los clientes y ofrecerles inversiones mejor diseñadas para crear en España un ambiente austero, ahorrativo y lograr un crecimiento beneficioso para nuestra nación que llegaríamos a ver como un territorio lleno de ciudadanos felices y orgullosos de su propio país.

Lo que hoy vengo a denunciar es lo deplorable e injusto que me resulta ver cómo los preferentistas se ven abocados a acudir a los tribunales para litigar por algo que es suyo, algo que les han quitado en contra de su voluntad, cuestión que tienen que demostrar, pues la mayoría sino todos no eran informados ni han tenido conocimiento de causa. Las preferentes son un timo, y son un timo con truco, los preferentistas son víctimas.

Tienen dos opciones para reclamar su dinero… bien el arbitraje, bien el juicio. No son casos aislados, son muchas las víctimas. Además el juego o el truco, “no ha lugar” el banco como institución de ahorro debería tener vocación de protector del pequeño o gran ahorrador, vivir por y para la ecuanimidad y responder los intereses de aquellas personas que ponen en sus manos sus ahorros que tanto cuestan reunir. Cuidar de los ciudadanos es cuidar de la nación donde se albergan la austeridad, la economía, la solidaridad y la generosidad que son valores que dicen mucho de las personas de bien que distribuyen sus riquezas de manera equitativa, entre sus necesidades y ¿por qué no?, las necesidades de su prójimo… ¡qué vivimos en sociedad”.

Mª Teresa Mendoza Hernández

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