Hay una frase que algunas veces visita mi área cognitiva: “Tener un amigo es tener un tesoro”
¡¿Hasta qué punto entendemos esta expresión?!
Cuando algo es tan sumamente bueno y valioso, lo envolvemos en seda y lo colocamos en un lugar idóneo para piezas especiales, pues nos une a ella no sólo el valor calculable o incalculable que se le pueda poner a este tipo de piezas, sino también existe un sentimiento profundo que nos lleva a motivar cierta nostalgia o melancolía, o recuerdo grato y festivo incluso de amor y felicidad.
Todos estos sentimientos no son materializables por lo que su valor no es un cálculo matemático, es algo más allá de la equidad. Ésta, la equidad, consigue que todo lo valorado esté bien tasado y medido o pesado, pero es que el sentimiento no goza de esta cualidad, no existe vara para cuantificarlo. El sentimiento es una realidad más que etérea es inconcebible su realidad matemática. Sin embargo el sentimiento es comparable y se puede expresar su parecer, a través de lo que nos ha provocado, lo que nos ha influido en nuestra vida o lo que bajo nuestro parecer nos ha afectado.
Por eso si esa pieza de valor incalculable, (válgame la exageración) lo comparamos con un amigo, el amigo es quien provoca o despierta en nosotros sentimientos. Sentires, pareceres que forman parte de todo o que él nos aporta y nos soporta. Un amigo entiende, comprende, ayuda además.
Pero, ¿cómo das con un amigo de verdad?
Yo a lo largo de mi vida he gozado de la amistad, sin duda hoy sigo conservando esos sentires que provoca el estar a gusto con una persona, en este caso con mi amigo o amiga.
La realidad influye en nuestro estado de ánimo cuando en esa realidad valoras lo que tienes a tu alrededor, esas personitas que tienen edad similar y vivencias parecidas hacen que la vida sea un poquito más fácil.
¡Amigo o amiga!:quién así se presenta, forma parte de la realidad social en la que nos encontramos.
Entender que en un momento determinado que tienes un apoyo sobre el cual sostenerte te hace sentir más seguridad en ti mismo. Con tu amigo o amiga disfrutas de momentos irrepetibles pero además vives y sientes en compañía.
¡Qué bonito resulta cuando tienes una edad adulta, recordar aquellos momentos en que de joven sentiste el apoyo de tus compañeros de aventuras! Recordar historias y aconteceres, reírte de aquellas sandeces que hoy desde lejos y con el paso del tiempo interpretas de forma más adecuada que cuando te ocurrieron allá en aquel momento.
Cuando hablo de amistad, me refiero a las personas capaces de mostrar calidad humana pero además, dispuestas a convivir de manera apropiada a circunstancias y situaciones algo difíciles para quién recibe de su parte, o bien un consejo, o bien una ayuda, o bien una aportación clave, y todo por el mero hecho de caerle bien.
Cuando pienso en mis amigos y amigas me doy por conforme en esta vida, en este sin vivir. Cuando la realidad te supera y no encuentras desahogo, echar mano de la persona o personas a las que de una forma u otra quieres y aceptas en tu círculo de amistades, es una manera de sentir que encuentras aire para respirar otra vez y sentir desahogo vital.
Los amigos no son sólo las personas con las que disfrutas y vives a tope historias o situaciones gratificantes. Un amigo empieza a ser algo más que un conocido, cuando compartes tus sentimientos más profundos.
¿Y, como encontrar amigos?
A lo largo de la vida hay momentos clave en que la verdadera amistad, (y digo la real: el sentir que alguien es capaz de dar la vida por ti sin esperar nada a cambio), se percibe cuando encontramos que hay alguien arrimando el hombro o poniendo un granito de arena o simplemente podemos en compañía desentrañar la problemática que nos presenta el destino cuando sufrimos; así hallar soluciones y si no existe dicha posibilidad de mejorar, compartir el dolor para hacer el sufrimiento más llevadero.
El amigo es alguien único, puede ser que tengas muchos amigos pero a la hora de la verdad: “no es oro todo lo que reluce”. Muchas veces vemos la repuesta de nuestros conocidos, allegados o incluso familia que nos cierran la puerta ante nuestras desavenencias, que nos llevan a caminos destructivos. Es en estos momentos donde se hace posible percibir quién de verdad nos aprecia y quién rompe la relación por verse impotente ante tal realidad.
Pongámonos no en la parte del protagonista, sino en el supuesto caso del alter-ego, el otro, el amigo. Sentir que alguien a quien puedo ayudar… seguramente sea ésta la mayor compensación que puede recibir uno en vida. Sentirse paño de lágrimas, o confidente pero además trazar un plan emergente de ayuda y llevarlo a cabo demostrando la calidad por la que se diferencia al hombre como ser humano.
Pero cuando la amistad se eleva a un estrato superior, todos podemos sentirnos bien cuando nos damos cuenta de que también hay amigos anónimos. El “hoy por ti, mañana por mí”, toda la parafernalia de una amistad creada para ayudar a alguien. Es como firmar un contrato con una contraprestación pagada con favores o pequeños detalles que nos hacen el sufrimiento de la vida un poquito más llevadero.
Amigo o amiga… es la imagen de un sentir que la necesidad del prójimo forma parte de nuestra responsabilidad.
Amistad es un sustantivo abstracto incontable que nombra una de las sensaciones más agradables del ser humano. Donde nos damos a los demás y ellos se esfuerzan por sacarnos cada día nuestra sonrisa.
Sobre la amistad se puede decir cosas muy bonitas, pero ¿hay algo mejor que: “amigos para siempre”?, si es una realidad, ahí tienes tu tesoro.
Mª Teresa Mendoza Hernández.
Licenciada en Ciencias de la Información sección Periodismo.